Con cada inspiración una nueva vida. Con cada espiración una nueva muerte. Entre inspiración y espiración, en ese punto delicado sutil e imperceptible reside la eternidad.

Esto es fácil de comprender con la mente, al menos con la mente ordinaria, con el cerebro frontal. Es un poco más complicado comprenderlo totalmente con nuestras vísceras.

Entre la inspiración y la espiración el punto delicado, como el crepúsculo entre el día y la noche, entre la noche y el día, cuando ambos se disuelven, se confunden. Como lo no-continuo y lo continuo.

 

¿Acaso el vacío no es la potencialidad de todo?

 

Recuerdo que cuando estudiaba dibujo técnico un profesor nos enseñó que una línea recta es una sucesión de puntos que se encuentran en la misma dirección. Es decir, en apariencia representa la continuidad pero en esencia existe el vacío entre punto y punto y más aún, si no fuese por ese vacío no existirían puntos, ni línea. De igual forma existe el vacío, entre inspiración e inspiración. Luego la palabra vacío está un poco pervertida o mal interpretada. Podemos creer que el vacío es la nada y esto nos puede conducir al nihilismo.

A menudo comento cómo una buena amiga, con cierta sabiduría, me decía en cierta ocasión que el zen, en su opinión, se queda demasiado en el vacío. Yo, humildemente, me pregunto ¿Acaso el vacío no es la potencialidad de todo?

Quizá es mi interpretación la errónea, respecto a esas palabras de mi amiga. Lo que sí es cierto es que existe un cierto tipo de espiritualidad donde las personas queremos huir, evadirnos, protegernos de la realidad. Eso nos lleva a ese punto delicado. A ese punto delicado entre la práctica de zazen, la realidad y la vida cotidiana.

Sin lugar a dudas, para mi particularmente, este es el punto más delicado, más difícil de digerir. Armonizar lo no continuo con lo continuo, la espiritualidad y el materialismo, el interés propio y legítimo como ser humano a ser protegido, amado, respetado, la necesidad de ganarnos la vida, de interactuar en un mundo complicado, competitivo y un poco loco, armonizar todo eso con nuestra sensibilidad interior, con los aspectos delicados, sutiles de nuestra existencia. Es difícil.

Y aquí me remito, de nuevo, al Shin Jin Mei que comentaba la pasada semana en este dojo. El Poema de la Fe en el Espíritu. Ésta no es una fe ciega en “mi espíritu», en “mi mente». Es una fe en el espíritu y en la mente, simplemente.

Cuando lo racional no alcanza a comprender ciertas cosas entra en juego la fe, el conocimiento intuitivo de lo no visible. El conocimiento a través de vísceras, de la columna vertebral, con el cuerpo, la postura, la médula.

Conectar con esto asiduamente a través de zazen es comprender ese punto delicado entre la inspiración y la espiración, entre cada vida y cada muerte, entre el microcosmos y el macrocosmos, el interior y el exterior, el yo burdo y el yo sutil.

 

gracias a todas esas equivocaciones y con la dirección adecuada de mi maestro estoy aquí, practicando, aprendiendo, volviendo a lo esencial una y otra vez

 

Reflexiono y comento todo esto no porque posea una gran sabiduría, sino porque os puedo asegurar que en lo referente a la práctica del zen me he equivocado en todo lo que uno se puede equivocar a lo largo de los años. El creer que el zen, que la práctica espiritual es aislarme de un mundo que me abruma, que me hiere, que no me interesa, sin pensar que todo eso está en mi mismo. La soberbia de creer que sé más que los demás, que estoy por encima. Creerme, a veces, por encima de lo mundano, de lo material. Creer que existe un punto de culminación de la práctica, un estado interior, un lugar alejado de todo eso que me perturba y esforzarme, romper mis rodillas, mi espalda, buscando afanosamente ese lugar.

Sin embargo gracias a todas esas equivocaciones y con la dirección adecuada de mi maestro, con la ayuda inestimable de las amigas y amigos de la sangha, también gracias a vuestra ayuda estoy aquí, practicando, aprendiendo, volviendo a lo esencial una y otra vez. Volviendo a ese punto delicado entre la inspiración y la espiración, entre la vida y la muerte. Y lo hago, lo hacemos por fe, por una certeza visceral y profunda que va más allá de mi pequeña mente, más allá de mi discurso elocuente y vacío.

Suena el metal. A continuación recitamos el sutra del kesa.

José Luis Kô Kon

José Luis Kô Kon

Monje zen y responsable del dojo zen de Utrera